viernes, 30 de octubre de 2009

El murciélago y el Jilguero

Cierta noche un murciélago oyó cantar a un jilguero que estaba encerrado en una jaula.
Se acercó y le preguntó por qué cantaba sólo de noche.
-Antes cantaba de día –repuso el jilguero-, pero desde que me atraparon aprendí a ser prudente.
-¡Pues no es ahora cuando debías serlo, sino antes de que te capturasen! –le replicó el murciélago.
Por Esopo
YYY
Debes ser prudente antes de cometer un error, y no después.

jueves, 29 de octubre de 2009

La Tela de Aracne


Relata la leyenda que era Aracne
la griega tejedora
que despertó la envidia de Minerva,
por haber presentado encantadora
urdimbre con escenas
muy propias de la vida de los dioses.

No pudiendo Minerva superarle,
a Aracne le rompió
su obra maravillosa y adorable.
Aracne entristecida, sucumbió

Y es fama que Minerva arrepentida,
volvió a Aracne a la vida
convirtiéndola en una araña persistente
en tejer y tejer
la engañadora y primorosa tela
que se extiende
cual ala de cristal en el espacio.


Poemario Escolar

Fernando Gamboa Berzunza

miércoles, 28 de octubre de 2009

El caminante y el cuervo

Caminaba un hombre por un sendero cuando oyó:


-¡Salud!


Se detuvo para ver quién le saludaba, pero no encontró a nadie. Prosiguió su camino y el poco oyó de nuevo


-¡Salud! ¡Salud!

Como la voz parecía amable, se entretuvo el caminante en buscar a quien hablaba, pero tampoco vio a nadie. Poco después un cuervo revoloteó sobre su cabeza.

-¡Salud! ¡Salud! ¡Salud! -repetía el pájaro

-¡Así que eras tú! -gruño el hombre-. Llevaba prisa y, por entretenerme a ver quién me saludaba, ahora llegaré tarde

Por Fedro

Adivina Adivinanza

En él viajan la familia y el equipaje, y se pasa la noche en el garaje.

martes, 27 de octubre de 2009

El Diablo y el Posadero


Cierta vez el diablo se presentó en una posada. Nadie lo conocía y él, malvado que era, se dedicó a fastidiar a los parroquianos.

Alertado por las quejas, el dueño de la posada se fijó en quién organizaba el alboroto y finalmente reconoció al diablo.

-¡Ahora verás la paliza que te doy! -argumentó el posadero.

-No tienes derecho a enfadarte -argumentó el diablo-. Al fin y al cabo la maldad está en mi naturaleza y sería muy cruel dar una paliza a alguien como yo, que no puede cambiar.

-En eso estamos de acuerdo -concluyó el hombre. Y acto seguido hizo un lazo corredizo en una cuerda y colgó con ella al diablo para que no volviera a molestar a nadie.

por Stevenson

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Las falsas escusas no nos salvan de los aprietos

Adivina Adivinanza

Caballito de Banda a Banda que no come, ni bebe, ni anda

lunes, 26 de octubre de 2009

La Bruja Winnie (Parte Cuatro)

Esta vez Winnie estaba furiosa.

Tomó su varita mágica, la agitó cinco veces y...



... ABRACADABRA! Ahora Wilbur tenía la cabeza roja, el cuerpo amarillo, la cola rosa, los bigotes azules ylas cuatro patas de color violeta. Pero sus ojos seguían siendo verdes.
Ahora Winnie podía ver a Wilbur cuando se sentaba en la butaca, cuando se tumbaba en el piso, cuando andaba en el jardín.

Y hasta cuando treparaba a la rama más alta del árbol más alto del jardín.
Wilbur trepó a lo más alto del árbol más alto para esconderse. Tenía un aspecto ridículo y él lo sabía. ¡Hasta los pájaros se burlaban de él!


Wilbur estaba muy triste. Se quedó en lo alto del árbol todo el día y toda la noche.
A la mañana siguiente Wilbur seguía subido al árbol. Winnie estaba preocupada. Quería a Wilbur y no soportaba que estuviera tan triste.

Entonces Winnie tuvo una idea. Agito su varita mágica y ¡ABRACADABRA! Wilbur volvió a ser negro. Entonces bajó del árbol, ronroneando.





Luego Winnie agitó su varita una vez, y otra, y otra.

Ahora, en vez de ser negra, su casa era amarilla, con el techo rojo y la puerta roja. Las butacas eran blancas. El piso era verde con flores rosas.


La cama era azul, con sábanas rosas y blancas y las mantas rosas.


Y ahora Winnie puede ver siempre a Wilbur, esté donde esté.

sábado, 24 de octubre de 2009

La bruja Winnie (parte 3)


Un día, después de una horrible caída, Winnie decidió que tenía que buscar una solución. Tomó su varita mágica, la agitó una vez y... ¡ABRACADABRA!

Ahora Wilbur ya no era un gato negro. ¡Era verde brillante!

Ahora, cuando Wilbur dormía en una butaca, Winnie lo veía.

Cuando Wilbur dormía en el piso, Winnie lo veía.

Y también lo veía cuando se dormía en la cama. Pero Wilbur no tenía permiso para dormir en la cama...



... así que Winnie lo sacó fuera.


Fuera, al jardín con las plantas.


Pero cuando Wilbur se metía entre las plantas Winnie no podía verlo, ni siquiera cuando tenía los ojos abiertos de par en par.

Winnie salió corriendo de la casa, tropezó con Wilbur,


dio un triple salto mortal y cayo en el rosal





martes, 20 de octubre de 2009

La Bruja Winnie (parte 2)

Cuando Wilbur se presenta en una butaca con los ojos abiertos, Winnie podía verlo.
Podía al menos, verle los ojos

Pero cuando Wilbur cerraba los ojos y se dormía, Winnie ya no podía verlo.

Y entonces se le sentaba encima

Cuando Wilbur se tumbaba en el piso con los ojos abiertos, Winnie podía verlo.
Podía, al menos, verle los ojos.
Pero cuando Wilbur cerraba los ojos y se dormía, Winnie ya no podía verlo.
Y entonces tropezaba con él

lunes, 19 de octubre de 2009

La Bruja Winnie

Korky Paul y Valerie Thomas


La bruja Winnie vivía en una casa negra en el bosque.


La casa era negra por fuera y negra por dentro.


El piso era negro.


Las butacas eran negras.


La cama era negra y tenía sábanas negras y mantas negras.


Hasta el cuarto de baño era negro.



Winnie vivía en su casa negra con su gato, Wilbur.
El gato también era negro. Y así empezaron los problemas...

El diablo y el aldeano

Este aldeano era muy famoso por las tretas que había jugado a diversas personas. Se refieren de él muchas graciosas historietas, pero la más bonita es la relativa a la ocasión en que engañó a un diablo venido del mismísimo infierno.
Un día en que nuestro hombre daba por terminado su trabajo en el campo, por acercarse la hora del crepúsculo, y se disponía regresar a su casa, vió en medio de su campo un momento de carbones encendidos. Extrañado ante tan extraordinario hecho, se acercó al montón y vió sentado sobre las ascuas un diablo pequeño y negro.
-“Seguramente estarás sentado sobre un tesoro”, le dijo el campesino.
-“Ciertamente”, respondió el demonio. “Un tesoro formado por más oro y plata del que hayas visto en toda tu vida
-“El tesoro está en mi campo, y por consiguiente, me pertenece”, hizo constar el hombre.
-“Será tuyo”, replicó el diablo. “si me cedes dos años seguido la mitad de tu cosecha. Dinero no me faltaba, pero, en cambio, me gustaba los frutos de la tierra”
El aldeano aceptó la proposición –“Para que no pueda haber engaño”, propuso, “podrás quedarte con lo que salga de la tierra y yo me conformaré con lo que esté debajo.” El diablo estuvo de acuerdo con el pacto.
Cuando llegó la época de la cosecha, se presentó el pequeño demonio para exigir su parte, pero el agricultor había sembrado rábanos y solamente correspondían al diablo las hojas, siendo para el aldeano la parte comestible.
-“Esta vez has salido ganando tú” dijo el diablo, pero para el próximo año hemos de cambiar las condiciones. Será tuyo lo que alga por encima de la tierra y lo mío lo que esté debajo”
-“Muy bien”, respondió el aldeano, “No tengo inconveniente.Cuando llegó su debido tiempo, tampoco hubo nada para el diablo. EL aldeano había sembrado trigo; lo segó y se lo llevó, dejando las raíces para el diablo. Luego desenterró el tesoro, exclamando satisfecho: -“Así es cómo debe engañarse al zorro.”

lunes, 12 de octubre de 2009

El Brujo que Estornudaba

Desmerecer a los demás es una falta de respeto que hace mucho daño ¡Hay que admirar en vez de envidiar!

Había una vez un brujo que no soportaba las cosas lindas de la vida. Cada vez que veía un pájaro o una flor, le daba un ataque de estornudos. Prefería los días de tormenta, porque el sol también lo hacía estornudar.
El brujo vivía en una isla rodeada de un mar color turquesa. La isla era una maravilla de trinos, de gorjeos, de silbos y de todos los sonidos que son capaces de inventar los pájaros.
-¡No lo soporto! -¡No lo soporto! –chillaba el brujo y estornudaba…
Un día, aprendió el hechizo para convertir a los pájaros en piedra. Y lo hizo. Quién sabe como lo hizo. Muchos, muchos pájaros cayeron del cielo como sólo puede caer una piedra, haciendo ¡plumb! Contra el suelo.
El brujo juntó todas las piedras y formó una montaña de mil metros de altura.
La isla, sin pájaros, se volvió silenciosa y triste.
Cada tanto se escuchaba toser al brujo: “¡cof, cof!”, porque se había resfriado en la playa, y también seguía estornudando mucho. Como ya no había pájaros, le echaba la culpa de sus estornudos a las flores.
Estornudaba con a: “¡atcghas!”
Estornudaba con e: “¡atchés!”
Estornudaba con i (que es como estornuda casi todo el mundo): “¡atchís!”
Estornudaba con o: “¡atchós!”
Estornudaba con u: “¡atchús!”
Él decía que las flores le daban alergia, así que ya estaba estudiando una fórmula mágica para que se secaran todas las flores. Era dañino de verdad, no era que un día se despertaba de mal humor y después se le pasaba. No, a este brujo todo le caía mal: el sol, el mar, las flores, los pájaros… ¡absolutamente todo le caía mal!
Tanto silencio llamó la atención de unas gaviotas que pasaron por allí. De inmediato, se dirigieron al Desencantador Oficial, que vivía en otra isla. A este señor alto, de nariz larga, que usaba bigote y sombrero, partió rápidamente a la isla y enseguida escuchó los estornudos del brujo. Cuando vio la montaña, se dio cuenta de que no era una montaña de verdad, sino una montaña de pájaros encantados.
El Desencantador desencantó a los pájaros con un pase mágico fulminante. Miles de pájaros se despegaron entre sí, abrieron alas y picos, y volaron. Volaron en círculos, en bandadas, hacia arriba, adelante y en veloz picada. Eran tantos que en un momento taparon el sol. Al fin, de la montaña no quedó nada. Porque era una montaña hecha de pájaros y ahora los pájaros estaban en el cielo, trinando, gorjeando, silbando…
El brujo fue obligado a ir de nuevo a la escuela de brujos, para estudiar una materia muy difícil para él: “Cómo aprender a respetar a los pájaros y a las flores”.
Tuvo que dar exámenes diez veces, hasta que al final lo aprobaron. Luego, le prohibieron usar sus poderes mágicos hasta que no aprobara otra materia: “Cómo respetarme a mí mismo y todas las cosas que hay en el mundo”. Al final, terminó siendo un buen brujo, muy respetable.

Para ganarnos el respeto de los demás… ¡primero hay que aprender a respetar!

domingo, 11 de octubre de 2009

El Aguila y la Serpiente


Una serpiente se miró en la altura,
tras de tanto reptar en la maleza;
llevo al nidal de un águila su empresa
de subir y subir la cuesta dura.

Es fama que en su diálogo dijeron
cosas de los humanos conocidas;
pero no por ser ya tan sabidas
han perdido interés… y así expusieron…

-Pero serpiente audaz… ¿Qué estás haciendo?
¿Por qué traes a mi nido tu veneno?
-¡Ay, con lo que me he arrastrado por el cieno,
por entre los breñales… lo estás viendo!

A ratos, tú, ya casi me moría…
y luego me recibes tan huraño,
que sin menos ni más, me desengaño
y bajo lamentando mi porfía.

-Harás bien en bajar, porque en la altura
no pueden prosperar tus martingalas;
sólo es aquí, para quien tiene alas
y sabe estar en la región más pura.

El consejo final, todo lo alumbra;
dice que no se gana la excelencia
sin alas que levanten nuestra esencia;
el servil que se arrastra, si se encumbra,
baja, porque su audacia lo abochorna
y cual la sierpe a su cubil retorna.




YYY

Subir a base de arrastrarse, es una indignidad
Hagamos nuestras alas para escalar la cumbre.

lunes, 5 de octubre de 2009

El chacal Azul

Andaba un pobre y viejo chacal buscando algo de comer en las cercanías de una antigua ciudad africana. Pero no encontraba nada: ninguna presa fácil, ni siquiera los restos de algún almuerzo. Tanta era su hambre que decidió internarse en la ciudad, aunque estaba consciente del peligro que implicaba, pues podía ser atacado por perros callejeros y hasta por los propios habitantes.
Con cuidado comenzó a husmear por la calle del puente. De pronto escuchó un ladrido y, a lo lejos, vio que un perro se acerca corriendo. Luego fueron dos y el grupo fue creciendo hasta sumar unos veinte canes que venían por él. Aterrorizado, comenzó a correr para escapar. De repente llegó a un callejón sin salida y no le quedó más remedio que saltar y entrar a una casa por la ventana que se hallaba abierta. Era el taller de un tintorero que en ese momento estaba fuera.
Al brincar, el chacal se volteó encima un balde una tintura azul que lo cubrió desde la cabeza hasta las patas. Enojado por este accidente, permaneció oculto allí hasta que los perros se alejaron. Cuando salió, descubrió que era completamente azul. Corriendo, dejó la ciudad y se internó en la selva.
Cuando lo veían, los animales se alejaban presurosos, pues nunca habían visto a un chacal azul. Con su habilidad característica, éste pensó en sacar el máximo provecho de la situación.
-¿Qué les causa tanto miedo? ¿Por qué se alejan de mí? Esperen, pues voy a explicarles algo –dijo.
Los leones, los tigres, las jirafas y todos los animales pequeños formaron un círculo para escucharlo como si fuera un profeta.
-Ustedes no lo saben –habló el chacal- pero soy el enviado de un poderoso mundo y vengo para convertirme en rey de ustedes. Yo seré su protector y tendrán que obedecerme.
Fascinados por su extraño color, los animales creyeron en sus palabras y lo aceptaron como rey. Muy contento él les exigía siempre nuevas cosas:
-Quiero la mejor carne, la mejor fruta y el mejor lugar para vivir. Es lo propio de un monarca –les demandaba día y noche.
En una ocasión, los animales se hallaban reunidos escuchando nuevas instrucciones cuando se oyeron los aullidos lejanos de una manada de chacales. El chacal azul sintió una gran nostalgia por el grupo al que él pertenecía. Sin querer, derramó una lágrima y comenzó a aullar como chacal.
Los animales de la selva percibieron el engaño y quisieron atraparlo para darle su merecido. Pero el chacal azul salió corriendo, se sumergió en un lago, y cuando salió y había recuperado su color normal. Alcanzó a la manada y se fue de allí con sus amigos feliz por hallarse con los suyos.
-Cuento tradicional asiático

sábado, 3 de octubre de 2009

El Regalo de las Hadas


En un reino lejano se celebró el bautizo del príncipe, al que acudieron dos hadas buenas a ofrecer sus dones.
-El don que te voy a regalar –dijo la primero- es la aguda mirada del águila. Con ella verás todo lo que ocurre en tu reino y ni lo más insignificante pasará inadvertido a tus ojos.
-Con este regalo –continuó la segunda- serás un buen rey. Pero te harás magnifico si, como el águila, no sólo tiene una segunda vista para divisar lo mas insignificante, sino que muestres también grandeza de espíritu para no atacar precisamente a los insignificantes.
Este será mi regalo.
Y cuando el príncipe llegó a rey, fue uno de los más sabios, justos y bondadosos que existió jamás.
Las mejores virtudes no sirven de nada si no se utilizan para un buen fin.

Fábulas Populares

Lessing

Los tres Cabellos de oro del Demonio

Vino una vez un niño al mundo cubierto con una membrana. Dijeron que presagiaba suerte y que cuando el muchacho tuviera dieciséis años se casaría con la hija del rey. Pocos días después, llegó el monarca a aquel pueblo y al preguntar a los habitantes si había alguna novedad, le dieron cuenta de lo sucedido. –Ha nacido un niño envuelto en una membrana, -le dijeron, -lo que todos interpretan como signo de suerte. Además, se le ha pronosticado que a los dieciséis años se casará con la hija de Vuestra Majestad.
El monarca, que era hombre de corazón duro y se había irritado mucho con la profecía, llamó a los padres del niño y les pidió con amables palabras que le entregaran el pequeño, prometiéndoles cuidar muy bien de él. Al principio, se negaban los padres, pero el rey les dio dinero y consintieron en darle a su hijo, pensando: “Está señalado por la buena fortuna y todo tiene que salirle bien”.
El rey puso al niño en una caja y lo arrojó al río en un punto en que el agua era profunda, diciendo para sí: “ Ya está mi hija libre de este indeseable novio”.
Pero la caja no se hundió, sino que flotó como un barquichuelo sobre el agua, sin que penetrara una sola gota en su interior. Siguiendo el curso de la corriente, llegó hasta un molino situado a una distancia de dos millas de la corte y quedó detenida en la presa. Un mozo que trabajaba en el molino se encontraba por casualidad junto a aquel lugar; cogió la caja con un gancho y la llevó a la orilla, creyendo hallar en ella algún tesoro. Quedó en extremo sorprendido al ver que contenía un gracioso bebé y lo llevó a los dueños del molino, que no tenía hijos y estuvieron muy contentos. –Dios que nos lo ha enviado, dijeron.
Cuidaron muy bien del pequeño, que fue creciendo y se convirtió en un muchacho fuerte y sano de cuerpo y de muy buen carácter y sentimientos. Un día de fuerte temporal, entró el rey a guarnecerse en el molino y preguntó a los esposos si el chico era hijo suyo –No, respondieron ellos, lo encontramos hace dieciséis años en la presa metido en una caja. EL mozo lo salvó. –Comprendió el soberano que no podía ser otro que aquel niño de la suerte que él había arrojado al río para que pereciera y dijo al molinero: -“Si este muchacho lleva a la reina, mi esposa, una carta, le daré dos ducados.” –“Como mande el señor rey”, respondió el molinero. Y encargó al muchacho que se diera prisa.
El monarca escribió el siguiente mensaje: “En cuanto hayas leído esta carta, mandarás matar y enterrar al mensajero que la ha traído. Cuida de que esta disposición esté debidamente cumplimentada antes de mi regreso.”
Marchó el muchacho con la carta, pero se perdió por el camino y llegó por la noche a un gran bosque. Divisó una lucecita a lo lejos y se dirigió hacia ella, resultando proceder de una casita, en la que entró. Solamente se hallaba en la misma una anciana, sentada al lado del fuego. Se asustó al ver el chico y le dijo: -“¿De dónde vienes? ¿Qué buscas aquí?”
-“Vengo del molino y voy a la corte para llevar una carta a la reina. Me he extraviado y desearía pasar la noche en esta casa.”
-“¡Pobre chico!”, exclamó la vieja. “Te has metido en una casa de ladrones. Si te encuentran cuando vuelvan, te matarán..”
-“Qué sea lo que Dios quiera! No tengo miedo. Estoy tan cansado que no puedo continuar andando” Y diciendo estas palabras, se tendió en un banco y quedó dormido al instante.
Poco después, regresaron los ladrones y preguntaron enfurecidos quién era aquel joven forastero que dormía. –“No temáis”, les contestó la vieja; “es un pobre chico que se ha perdido en el bosque; lo he dejado dormir aquí por compasión. Lleva una carta para la reina.”
Los ladrones buscaron la carta, sin despertar al muchacho, y la leyeron, enterándose de que debían quitarle la vida en la corte. Se compadecieron los bandoleros y el capitán destruyó la carta, cambiándola por otra que escribió él. Encargaba en ella a la reina que casara inmediatamente al joven con su hija. Dejaron dormir tranquilamente al muchacho y cuando se despertó a la mañana siguiente le enseñaron el camino.
Al recibir la carta, se apresuró la reina a cumplir lo que en ella se le encargaba, celebrándose las bodas con gran magnificencia. De ese modo se cumplió el vaticinio y la princesa, por ser el joven amable y de gallarda presencia, acogió lo con agrado y todos estuvieron muy satisfechos y contentos.
A los días, volvió el rey a su palacio y quedó en extremo sorprendido e irritado al ver que había sucedido lo que él quería evitar. –“¿Cómo has podido hacer esto?”, preguntó a su esposa. “Las órdenes que daba en la carta eran muy distintas.”
La reina buscó la carta que le había entregado el mensajero y la mostró a su esposo. La leyó éste con estupefacción y comprendió que alguien había cambiado por el otro el mensaje que él escribió. Llamó al joven y le interrogó sobre lo que había hecho con su carta, ya que había sido substituida por otra. –“No sé nada”, respondió. “Debieron cambiarla en el bosque mientras yo dormía.”
El monarca, lleno de cólera, habló en estos términos: -“No tendrás a mi hija tan fácilmente. Quien quiera poseerla, a de traerme del infierno tres cabellos de oro del demonio. Si cumples esta condición, podrás continuar teniendo a mi hija.”De este modo esperaba el rey verse libre para siempre del yerno.
EL joven respondió: -“Traeré los cabellos de oro. No le tengo miedo al demonio.” Se despidió de su esposa y de los reyes y partió en busca de los cabellos.
El camino que tomó le condujo a una gran ciudad. Al llegar a la puerta, le preguntó el centinela qué oficio tenía y qué sabía. Respondió el joven que lo sabía todo.
-“En este caso”, dijo el centinela, “podrías hacernos un favor respondiendo a esta pregunta: ¿Por qué la fuente del mercado, que antes manaba vino, se ha secado ahora y ni tan sólo de agua?” –“ Ya os aclararé yo eso”, respondió el joven “espero tendréis que esperar a que vuelva.”
Continuó andando y llegó a otra ciudad. El centinela le interrogó sobre su oficio y las cosas que sabía, respondiendo el joven: -“Lo sé todo” –“Entonces”, le dijo el centinela. “podréis decirme por qué un árbol de nuestra ciudad que producía manzanas de oro no tiene ahora ni frutos ni hojas” –“Os responderé cumplidamente”, contestó el joven, “pero tendréis que esperar hasta que regrese.”
Prosiguió su camino el recién desposado y encontró un río muy ancho que hubo de atravesar en barca. El barquero le preguntó qué oficio tenía y qué cosas sabía. –“Lo sé todo”, respondió el joven. –“Siendo así”, dijo el barquero, “espero que me haréis un favor. Decidme, ¿porqué tengo que ir siempre de una a otra orilla trasladando pasajeros sin quedar nunca libre de mi obligación?” –“Os lo diré a la vuelta”, contestó el joven.
A su paso por el lago halló la entrada del infierno y penetró en la negra y tenebrosa mansión. El diablo no estaba en casa y solamente se encontraba allí su abuela, sentada en ancho sillón.
-“¿Qué haces aquí?”, le preguntó ella, mirándole fijamente, pero sin enfado.
-“Desearía tres cabellos de oro del demonio”, respondió el joven. “Si no los consigo, no me permiten continuar viviendo con mi esposa, la princesa”
-“ Es una pretensión muy atrevida”, dijo la vieja. “Sí el diablo te encuentra aquí, peligra tu vida. Pero me das lastima y veré lo que puedo hacer por complacerte”
Inmediatamente, transformó al joven en una hormiga y le dijo que se escondiera en un pliegue de su falda. –“Muy bien”, dijo el mozo, “pero todavía tengo otro favor que pedirte. Tres cosas hay que quisiera saber: porqué se ha secado una fuente que manaba vino; por qué un árbol que daba manzanas de oro está ahora sin frutos ni hojas, y , finalmente, porqué el barquero del río se ve forzado a ir de una a otra orilla sin que pueda abandonar su tarea”
-“Difíciles preguntas son esas”, respondió la vieja, “espero también en esto te ayudaré. Esta atento cuando hable el demonio al arrancarle yo los cabellos”
Al anochecer, volvió el diablo a su casa. Apenas había traspasado el umbral, notó que el aire no era puro. –“Huele a carne humana, a carne humana!” exclamó. “Algo hay que no va como debe” Buscó por todos los rincones, pero no halló nada.
-“He barrido la habitación y he puesto la casa en orden”, le respondió su abuela, “y ahora vienes tú a revolverlo todo con tus manías de carne humana. ¡Siéntate y cena!”
Así lo hizo el diablo y después de haber comido y bebido a su gusto, le dijo la abuela que se sentara en el suelo para peinarlo. No tardó el demonio en cabecear y bostezar y, finalmente, se quedó profundamente dormido. Aprovechó la vieja aquel momento para arrancarle un cabello de oro, que depositó en el suelo a un lado del sillón.
-“¡Ay!”, exclamó el diablo, despertándose. “¿Qué haces?”
-“Tenía una pesadilla”, respondió la abuela. “Este es el motivo de que me haya agarrado sin querer a tus cabellos”
-“¿Qué soñabas?”, preguntó el diablo.
-“Veía en sueños una fuente en el mercado. Antes manaba vino, mientras que ahora no sale de ella ni tan sólo agua. ¿A qué puede atribuirse este cambio?”
-“¡Ah, si lo supieran ellos!”, dijo el diablo. “En la fuente hay un sapo, que está escondido debajo de una piedra. Si lo mataran, volvería a manar vino”
La abuela volvió a peinarlo suavemente hasta que el diablo se puso a roncar con tal fuerza que trepidaban las ventanas. Le arrancó entonces otro cabello de oro.
-“¡Eh!”, exclamó el diablo enfadado, “¿qué bromas son esas?”
-“No lo tomes a mal, nietecito. Ha sido en sueños”
-“Qué has soñado ahora?”
-“Había un árbol en una ciudad que producía manzanas de oro. Pero ahora no tiene frutos ni hojas. ¿A qué obedecerá esto?
-“¡Ah, si lo supieran!”, respondió el demonio. “Hay en las raíces un ratón. Si lo matasen, daría nuevamente manzanas de oro, pero si no lo hacen, acabará muriéndose el árbol. Y ahora, déjame dormir tranquilo. Si vuelves a despertarme, te calentaré las orejas”
Lo calmó la vieja con buenas palabras y se puso a alisarle los cabellos hasta que volvió a dormirse y roncar. Le arrancó entonces el tercer cabello.
El diablo se encolerizó y quiso pegar a su abuela, pero ella aplacó sus iras excusándose en estos términos: -“¿Qué le puedo hacer yo, si sueño cosas tan raras y muevo las manos sin saber lo que me hago?”
-“¿Qué diablos has soñado ahora?”, preguntó el demonio, sin poder contener su curiosidad.
-“Soñaba un barquero que trasladaba pasajeros de una a otra orilla de un río y se lamentaba de no poder cesar nunca en su trabajo. ¿A qué se deberá que no pueda dejarlo?”
-“¡Valiente tonto! Si, cuando viene un pasajero para que lo lleve al otro lado, le pusiera el remo en la mano, podría saltar libremente al llegar a tierra y sería el otro quien quedaría obligado a continuar el trabajo”
Habiendo cogido los tres cabellos y conseguido contestación a las tres preguntas, dejó la vieja dormir en paz a Satanás, que no se despertó hasta el amanecer.
Cuando se hubo marchado el diablo, sacó la vieja la hormiga de la falda y le devolvió la forma humana. –“Ahí tienes los tres cabellos de oro”, le dijo “En cuanto a las preguntas, tú mismo has oído las respuestas.
-“Muy bien. No las olvidaré”
-“Siendo así, ya te he ayudado y puedes seguir tu camino”
Se marchó el joven después de dar gracias, muy contento del éxito alcanzado. Al llegar al río, le pidió el remero la respuesta prometida.
-“Llévame primero a la otra orilla. Ya te diré luego el modo de que quedes libre”
Después de haber puesto pie a tierra, dio al barquero el consejo que había oído de boca del demonio: -“Cuando venga otro a pedirte que lo pases al otro lado, ponle los remos en la mano”
Al llegar a la ciudad en que se encontraba el árbol marchito, dijo al centinela: -“Si matáis al ratón que hay en las raíces del árbol, volverá a dar manzanas de oro.” Le dieron como recompensa dos asnos cargados de oro.
Al pasar luego por la ciudad en que había secado la fuente, les comunicó lo que había averiguado: -“Encontraréis en la fuente un sapo debajo de una piedra. Matadlo y volverá a manar de la fuente un vino excelente.” Le dieron la misma recompensa en la ciudad precedente, es decir, dos asnos cargados de oro.
Finalmente, volvió el afortunado joven a palacio a reunirse con su esposa y dio al rey los tres cabellos de oro. –“Está bien”, le dijo el monarca, muy contento de ver el oro. “Puedes quedarte con mi hija. Pero, dime antes, ¿de dónde has sacado tanto oro? Es mucha riqueza.”
-“He atravesado un río en una barca y al llegar al otro lado, he visto que el suelo estaba lleno de oro, de modo que he cogido cuanto he podido.”
-“¿No podría yo ir a buscar oro?”, preguntó el rey con avidez.
-“Nada más fácil. Traeréis tanto oro como queráis. Encentraréis una barca y el remero os llevará a ala otra orilla, donde hallaréis el oro”
El codicioso monarca se fue a toda prisa en la dirección que le dijo su yerno y al llegar al río, pidió al barquero que lo llevase a otro lado. Así lo hizo el remero, pero antes de llegar a la orilla puso el remo en la mano del rey y saltó apresuradamente.
El rey se vio obligado a quedarse en la barca en justo castigo a sus pecados y allí estará todavía si no ha ido nadie a relevarlo.




Hermanos Grimm