sábado, 22 de agosto de 2009

El juego de Dados


Había en la ciudad de Benarés un hombre, llamado Apu, aficionado a los juegos de mesa. Solía practicarlos en compañía de su amigo Amir. Sin embargo, entre ambos había una gran diferencia. Apu era honesto y sabía perder. Amir no: cuando iba ganando seguía con el juego; cuando iba perdiendo, sin que Apu se diera cuenta, se metía con maña el dado a la boca y lo mantenía escondido debajo de la lengua para deshacerse de él más tarde.
-¡El dado se perdió! No lo veo por ningún lado –decía hablando de una forma peculiar.
Como si estuviera muy preocupado, fingía buscarlo debajo de la mesa, en las prendas de su ropa, entre los pliegues de la alfombra y terminaba por decir:
-Ni modo. El juego se acabó porque el dado no aparece.
Apu no tardó en darse cuenta de esta trampa y decidió darle una lección a su amigo. Al día siguiente, antes de la acostumbrada cita para jugar, tomó el una mezcla líquida de especias muy picantes. Lo sacó, lo dejo secar y como el dado era amarillo no parecía extraño.
Amir llegó y comenzó el acostumbrado juego. Todo fue bien durante las tres primeras rondas, pues iba ganando. Pero en el cuarto juego estaba a punto de perder. Le pareció sencillo usar el truco acostumbrado y se metió el dado a la boca. Pero en cuanto eso ocurrió sintió como si estuviera verdadera lumbre bajo la lengua.
-¡Socorro!¡Socorro! –gritaba mientras corría de un lado a otro de la habitación.
Apu le preguntó, con malicia, qué le asaba. Amir ya no podía hablar y sólo alcanzó a sacarse el dado de la boca. Apu le acercó una bebida que ya tenía preparada, a base de mantequilla, aceite de palma, miel de abeja y jugo de caña, especial para quitar el gusto picante. Amir la apuró de un sorbo sintiendo un gran alivio. Pronto estuvo en condiciones de hablar:
-¿Por qué me hiciste eso? –preguntó Amir.
-Porque me di cuenta de que me hacías trampa en el juego y no lo podía aceptar.
-¿Pero por qué te pareció tan importante, si jugamos sólo para entretenernos? –cuestionó Amir.
-Porque quise enseñarte que entre los amigos existe un compromiso de lealtad y que en cualquier situación, por simple que sea, hay que conducirse con rectitud. Vivir haciendo trampas sólo te traerá problemas, como este picando dado que te sorprendió ¿Gustas otro?

-Cuento budista incluido en la antología Jataka
Vivir los Valores II