martes, 18 de agosto de 2009

La Pulga y la Hormiga




Entre la fresca hierba humedecida
por el rocío que exorna la mañana;
perdida por la senda florecida,
una esforzada hormiga traía ufana
el grano de oro del trigal cogido;
cuesta arriba su carga iba llevando
y un desmayo, tal vez, dio por perdido
el ímprobo trabajo, pues, rodando,
el grano fue otra vez muy abajo
y la hormiga otra vez, muy empeñosa,
fue por él y de nuevo se lo trajo
a lo alto de la entrada de su choza.






Una pulga que atenta la miraba,
dijole así: (con aire de princesa)
cree señora en verdad que me enoja
si el necio afán que engendra su torpeza.
Soy más feliz que tú, ¡jamás trabajo!
¿A qué conduce, di, tu vil empeño?
y salto allá; te miro muy abajo...
¡Nadie importuna mi dorado sueño!



La hormiga laboriosa, enardecida,
ante el insecto burdo y petulante,
le contestó: ¡Oh, pulga, envilecida!
vives del hurto y eres vergonzante;
ignoras las delicias que yo siento;
el trabajo me alienta y ennoblece;
con dignidad yo gano mi sustento
y mi esfuerzo jamás me ensoberbece.



Tú que vives chupando sangre ajena;
que haces del ocio tu pasión primera,
debiera darte inconsolable pena
ser del robo a la inquieta mensajera.


Y la pulga, tal vez arrepentida
del bombo inútil que gasto a su amiga,
dio un salto largo y enfiló su vida,
por rumbos que no son para la hormiga


....


El trabajo ennoblece la vida.
La ociosidad es mala consejera.
Quien trabaja, no tiene tiempo de discurrir en la maldad.