- Derecho a respirar: dos monedas de oro.
- Andar sin zapatos: dos monedas de oro.
- Andar con zapatos: dos monedas de oro.
- Decir “¡Qué loco está el tiempo!”: 5 monedas de oro.
Alonso del Muérdago, un gran navegante de aquella época, que no quería enojarse por estas imposiciones, respiró hondo y exclamó mirando el cerro que tenía enfrente:
-¡Qué lindo cerro!
-Por mirar el cerro: 30 monedas de oro –anotó el recaudador.
Ahora sí que Alonso estaba enojado:
-¡Esto es un atropello al turista!¡Exijo ver al rey Todoesmío Ydenadiemás! –bramó.
-No, esto no es todo suyo y de nadie más. Esto es todo del rey Todoesmío Ydenadiemás –aclaró el recaudador.
-¡Yo no dije que todo esto es mío y de nadie más! Dije que quiero ver al rey Todoesmío Ydenadiemás –bramó desesperado Alonso del Muérdago.
-Entiendo. Hablar con el rey sale 100 monedas de oro. Si además lo quiere mirar, se agregan 200 monedas de oro. Y si respira mientras habla, tenga en cuenta que el aire del palacio real es más caro –aclaró el hombre-, ¿piensa llevar zapatos?
-No, voy a ir descalzo –dijo por decir, de enojado que estaba, Alonso Muérdago.
-Para el caso es lo mismo: con zapatos o sin zapatos le cobramos un plus a la tarifa vigente por gastar la alfombra de la sala del rey.
-¡Qué plus ni que plus! ¡Me voy, y no pienso volver!
-Irse le cuesta … -alcanzó a decir el recaudador, pero Alonso el Muérdago ya se había retirado en su bergatín.
Y al poco tiempo llegó al puerto de la Ciudad de la Bienvenida, donde lo esperaba la orquesta municipal y una bailarina que lo invitó a beber jugo de coco. Donde nadie tenía que pagar por respirar, caminar o escuchar.
-¡El aire es gratis! –aclaraban los ciudadanos, orgullosos.
Con el tiempo, todos los habitantes de la Ciudad de la Malavenida se mudaron a la Ciudad de la Bienvenida. Hasta el perro del rey Todoesmío Ydenadiemás se construyó una balsa de madera y fue recibido personalmente por Alonso del Muérdago, que por entonces se había retirado de sus aventuras marinas y vivía en la Ciudad de la Bienvenida. El rey Todoesmío Ydenadiemás, aburrido, se miraba en el espejo y al verse arrugas, decía:
-Por atreverse a mostrar mis arrugas, señor espejo, deberá usted pagar mil monedas de oro. Y el espejo un día se enojó y se rompió a propósito.
YYY
Si eres capaz de dar amor, nunca estarás solo. No ocurre lo mismo con los egoístas sin límites.
El amor es abrir el corazón a todas las personas y vivir sin egoísmo.