miércoles, 16 de septiembre de 2009

México

Estás en la encrucijada de dos fuerzas;
la de los dos océanos rugientes
y la de las dos razas palpitantes
que haces historia en todo el Continente.

De aquí hacia el sur, se extiende la Amerindia
que tanto han explotado;
que han cercenado tanto
y que tanto han tenido como botín
los fuertes;
Esa América nuestra,
que tiene por mil títulos ganado
el supremo derecho de ser libre…
De aquí hacia el norte, se abre prepotente
la América industrial,
la que nos compra a precios de castigo,
la que nos vende a precios excesivos;
esa América nórdica, lejana
de aquellos peregrinos europeos
que ayer buscaron paz
y que ahora ellos mismos
ignoran lo que buscan…
¿Mayores intereses? ¿Valimientos humanos?
Los hechos van diciendo sus verdades.

Cómo es difícil, México,
tu situación de enlace;
Tienes que ser amigo del vecino del norte,
tienes que ser hermano de los hijos del sur;
pero habrás de ocupar, muy firmemente siempre,
tu posición de honor.
De aquí tu puerto de excepción,
por el que es explicable,
que mientras en el corro digan “si”,
tú a veces digas “no”.
al negar tu sanción a la injusticia.
Tu gallarda actitud no la desdicen
ni Abisinia, Finlandia
ni entre nosotros, Santo Domingo
y Cuba.

Ellos saben que ante el vil atropello,
tú levantas la voz;
la recia voz de tu viril protesta.
Y así ha de ser,
mientras no se traicionen tus principios
ganados con la sangre de tus héroes,
en el trágico curso de tu historia.

Tu amurallado territorio ostenta
entre las sierras madres, tu altiplano,
con el eje volcánico que es
cual sensitivo cinturón de lumbre.
¿Ves? Tus glaucas vertientes son cual alas
que terminan
en la blanca llanura de las playas
o en el abrupto litoral en diálogo
perpetuo con las olas.

Y visto así
tu conjunto orográfico,
que dibuja siluetas al capricho
en el azul purísimo del ciclo,
tal parece que oculta los tesoros
que apresan en tu cuerpo
los listones plateados de tus ríos.
Diríase que te antojas
caprichoso y enorme
bombón de fantasía,
abierto a la inquietud del infinito.

Venga el encanto de tu ingenio humano:
irisados sarapes de Saltillo;
finos rebozos de Santa María;
lozas de Metepec o Tlaquepaque;
maravillosa platería de Taxco;
algarabía de lacas michoacanas
y tu regocijada artesanía…

Guardas, México, tesoros ancestrales
en las celosas piedras de tu ruinas
y rememoraciones de conventos
con moles, chocolates y buñuelos.

También tiene tus danzas de ritual
con el amor de la fe, se hacen paganas.
Cuentas con tus jarabes,
valonas y huapangos;
con tus corridos ingeniosos siempre;
con tus rancheras, a veces con falsete,
y con esos románticos bambucos
que deshacen tus líricas corolas
al pie la ventana de las novias.

Te exornas con tus gráciles mozuelas
que lucen sus cintillas de colores
en los gajos en flor de su tocado.
Te alegran tus mariachis optimistas
y el jinete de traje galoneado
que echa piales, manganas y floreados;
que hace suertes y gusta de coloreadas
en tus típicas tardes de charreada
y en sus alborozados jaripeos.

Pero si así florece
el arte entre los pueblos más sencillos,
con el pueblo sencillo se alza el arte
de Rivera, de Orozco y de Siqueiros,
al florecer también
la más vibrante voz del pensamiento.
Vengan su sucesión
Netzahualcóyotl, fulminando siglos;
Sor Juana Inés, burlando restricciones;
Lizardi coloreando el costumbrismo;

Barreda iluminado los sendales.
Y llenando una época esplendente,
están con Díaz Mirón,
Nervo, Gutiérrez Nájera y Urbina,
al darle con su plectro el modernismo,
divinas resonancias estelares.
¿Y qué decir De la Fuente y Mora
y del naturalismo de Gamboa;
qué, del Maestro de América,
el maravilloso Justo Sierra?
¿Y qué de los vigías del pensamiento,
llámese Antonio Caso o Vasconcelos?
Hay en la evocación tanta grandeza
y tanta excelsitud de excelsitudes,
que hasta la voz se apaga
en la canción más alta.

Ved a México hermoso y pintoresco
con escenografía paradisíaca
así en torno a sus puntos cardinales,
como en su centro mismo.
Ahí ostenta su espléndido Acapulco
y la milagrería de “Pluviosilla”
al pie del alto cerro de La Estrella;
más allá, Mazatlán, de ensoñación divina
y está en su centro, como flor abierta
con sus resplandencias, El Bajío.
Mientras tanto, exhiben su grandeza
los nevados volcanes
al custodiar, solemnes, majestuosos,
la gloria gigantesca de una patria.

Poemario Escolar

Fernando Gamboa Berzunza